Rafael Flores
…de pronto es un poco difícil comunicarme desde ciudad de Guatemala, pues igual que todas las ciudades de América Latina (¿y del mundo?) es algo insegura. En la casa donde estoy viviendo hay gente de todas partes de Guatemala, y en verdad que a ellos les asusta andar por las calles una vez que baja el sol. A mí no me parece que esté tan mal el asunto, tal vez porque uno ya se ha acostumbrado los barrios de la ciudad de México, pero mejor al salir del Archivo me voy directito a la casa, porque finalmente como extranjero uno no sabe bien cómo están las cosas. Eso me ha hecho pensar, qué pasa con nosotros en México, si acaso de veras que allá la situación no es tan difícil o tal vez nos hemos resignado a tolerar el peso del temor diario …
… La posibilidad de dejar por unos días el estrés de la inseguridad en ciudad de Guatemala (porque el Archivo estaba cerrado) fue lo que me decidió a salir de la capital e ir a Esquipulas, a ver la fiesta del Cristo Negro que es la imagen más venerada de toda Centroamérica. El día 14 de enero muchísima gente se dirigía para allá. Los peregrinos que llegan desde varios estados de México, de toda Guatemala, de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica ya estaban bien instalados en los hoteles de alrededor, mientras todos los indígenas acampan en el atrio y patios de la catedral, al mismo tiempo que los tojolabales procedentes de Chiapas ocupan un parque frente a la iglesia de Santiago… toda una fiesta multicultural …
… uno se maravilla de todo lo que pasa ahí, enmarcado en el maravilloso paisaje de un pueblo solitario entre montañas nebulosas: las mujeres quichés preparando la comida para su familia en improvisados fogones formados juntos a sus campamentos, las garífunas de Puerto Barrios tejiendo trencitas a los visitantes, los mexicanos presumidos que cobijados bajo la música de “Cielito Lindo” llegan con prepotencia arrollando a todos a su paso acompañados por sus mariachis guatemaltecos, los penitentes hondureños que llegan a plantar sus velas y peticiones a los pies del Cristo Negro, la infinita fila de quienes quieren ver de cerca al señor de su devoción, las marimbas cakchiqueles que tocan y alegran la noche, los caminos formados por personas y sus recuerdos de Esquipulas, fueren dulces o imágenes del Cristo, esperando la bendición de los religiosos, los tacos estilo México hechos con tortillas cuatro veces más gruesas que las nuestras, y los músicos que a las tres de la mañana llegan a darle las gracias a la imagen con las notas de esa hermosísima canción que dice “… mi luna plateada de Xelahuh…”.
Pero con estos mares de gente es imposible, sobre todo para un necio como yo que desestimó los consejos de los vecinos, conseguir ese día hospedaje. Así que hice mi velación individual, que no solitaria, con todos aquellos que plantan sus velas y oraciones a un costado de la catedral. A eso de las 2:00 entré a dormirme junto al sagrario del templo, pero como a las 5:00 de la mañana era enorme la cantidad de peregrinos que entraba a misa, me corrieron así que tuve que irme a dormir afuera de la iglesia. Ya que el frío hacía imposible que pudiera conciliar el sueño, somnoliento caminé hacia un mirador, esperando tener una vista privilegiada del pueblo cuando el sol se asomara por entre las montañas.
A eso de las 7:00 de la mañana saque el mapa que me acompaña en este viaje y miré la cercanía de la frontera con Honduras. Preguntando me dijeron que la mítica zona arqueológica maya de Copán estaba a poco tiempo de ahí, pero por otro paso fronterizo. La verdad es que no quise hacer cálculos ni pensar en nada. Tenía mi mochila, pasaporte y la posibilidad de irme hacía donde antes jamás había tenido la oportunidad de ir. Y me fuí. Así nada más. Sin desayunar, ni volver la vista ni nada. Tomé un busito que llevaba hacia Chiquimula, es decir, como si regresara a ciudad de Guatemala, pero ahora me bajé en una desviación de nombre Vado Hondo, de ahí tomé una Litegua que en menos de una hora me llevó al Florido, una frontera tranquilísima –y donde me encontré a los únicos agentes aduanales amables de mi viaje– en donde hasta los cambiadores de dinero inspiran confianza. De ahí tomé otro busito que me llevaría al pueblo de Copán Ruinas, ubicado a sólo 10 kilómetros de la frontera. Y tan de pronto estaba ahí. A la puerta de la zona arqueológica maya más oriental que se conoce …
… Habría mucho que decir de Copán. Tal vez escribir sobre su majestosa arquitectura en perfecta armonía con el medio, sus infinitos textos inmortalizados en piedra, sus esculturas en alto relieve donde quedaron estampadas su religión, señores, artistas, disputas con otras ciudades estados, su compleja astronomía-astrología (en el mejor sentido de la palabra)… serían demasiadas las páginas que podrían llenarse.
Y miren que para escritura está la monumental escalera jeroglífica, llena con miles de cartuchos de la compleja literatura maya, dando cuenta, además, de una historia forjada a lo largo de los siglos. Cuando uno la mira de verás que da gusto. El rostro de transfigura en una mueca de alegría. Ahí es donde te das cuenta, donde por fin se hace presente y tangible, el hecho de estar en Copán.
El Altar Q es otra de las maravillas. El señor de Copan K’inich Yax K’uk’ Mo’ lo mandó esculpir de manera que aparecieran en él los 15 señores que le precedieron en el gobierno. Uno tras otro, sentados sobre su nombre y transmitiendo el linaje a su sucesor. Esta larga cadena comienza y termina con el paso del cetro de mando de la mano del fundador de la estirpe, a la mano del último señor copaneca. A espaldas del Altar Q se encuentra un templo donde los arqueólogos descubrieron los esqueletos de quince jaguares. Cada uno sacrificado de manera que su sangre representara la presencia de los antepasados, mirando ahí la entronización de K’inich Yax K’uk’ Mo’ …
… Cosa rara, por lo general en las zonas arqueológicas uno siempre se encuentra gente de todo el mundo que viajas hasta Mesoamérica con la intención de conocer los sitios antiguos. Copán era una excepción. Ahí todos eran gringos. No es que tenga algo contra el pueblo estadounidense, pero me parecía muy significativo que precisamente sólo hubiese turistas del país que promovió el derrocamiento del expresidente Manuel Zelaya. Era casi como si fuesen a supervisar cómo funcionaba su golpe de estado.
A la salida de la zona arqueológica, esperaba una moto-taxi que me llevara al pueblo. Mientras tuve la posibilidad de escuchar la plática de un grupo de trabajadores agrícolas catrachos. Un soldado, con un arma casi de su propia estatura, estaba ahí. Entonces la charla versaba sobre mujeres. Pero en cuanto se fue, el tema cambió a las dificultades del campo. Tal vez los trabajadores pensaran que no entendía español, o sólo no les importó, pero todos coincidían en señalar las injusticias del salario que recibían por un trabajo fortísimo y que, inevitablemente, al finalizar la semana ya no existía. Llegó el taxi….
… El pueblo de Copán Ruinas es lindo. Supongo que la presencia de militares hacía sentirse a los gringos más seguros. Me parecía que era como una gran farsa. Todo un escenario creado para beneplácito de los viajeros internacionales, que ocultaba la verdadera situación del país. Los extranjeros andaban por todos lados con su cerveza en la mano (nunca vi a algún nacional bebiendo) ruidosos por las calles, como si sus dólares les dieran la posibilidad de festejar donde no habría nada de que alegrarse. Solitario me fui al hotel (que me cobraron por supuesto en dólares).
Ahí estaba un grupo de católicos de Tegucigalpa, la capital. Bien a bien no entendí por que se encontraban en ese lugar. Pero me sorprendió que estuvieran profundamente involucrados en la situación política. Todos eran zelayistas. Me narraron las dificultades que habían pasado en los últimos meses después del golpe de estado de Micheletti, de la violación sistemática de los derechos humanos que sufrieron a manos de la policía y el ejército. De la burla que era la información que presentaban en la televisión. Me enteré de cuál había sido el meollo del asunto: en Honduras el salario mínimo lo negocian los trabajadores y patrones. Si no llegan a un acuerdo de a cuánto ascenderá el mismo, entonces el presidente tiene la facultad de designarlo. Y como fue el caso del año pasado, Zelaya decidió aumentar el salario de trescientas y tantas lempiras a más de quinientas. Eso provocó la furia de la oligarquía local.
Entonces vinieron las cantaletas que los mexicanos conocemos bien: que Zelaya era un populista, que era un peligro para la nación, que estaba asociado con Hugo Chávez, que era un comunista que iba a llevar a la ruina a Honduras y un largo etcétera. Y cómo la Corte, los legisladores y el ejército han defendido históricamente sus propios intereses, decidieron ejecutar el golpe, todos ellos con el visto bueno del premio nobel de la paz que promueve la guerra (nada más hay que preguntarles a los iraquíes, afganos, iraníes y sudamericanos cómo les va con Obama y Clinton). Por cierto, en cuanto entregue el poder Micheletti asumirá el cargo de diputado vitalicio, lo cual recuerda a asesinos como Augusto Pinochet…
… Mencione hace un rato que aquellos con quienes platiqué en el hotel eran católicos. Sí, aquí la situación de la religión está muy, muy compleja. Un sector importante de la población es evangélica. Y uno pensará que muy su problema, ¿no? Pues no, porque precisamente las iglesias han sido un factor de división importante entre la población en Centroamérica (incluyendo el sureste mexicano). Además los evangélicos, si bien ayudan a sus feligreses, se han convertido en fuertes promotores del conservadurismo, el individualismo y la intolerancia, no sólo religiosa, sino de cualquier tipo de diversidad. Por supuesto los católicos no se quedan atrás. La iglesia, siempre coludida con los poderosos, en sus sermones predica la humildad, la pobreza y el conformismo. Claro, para los pobres, porque a los ricos sepa su dios que les predicará. Pero hay sectores que en primer lugar se reindivican como católicos, pero también de izquierda. Acá en Guatemala, según me cuentan, ahora el 45% de la población es evangélica. Sobre todo donde la guerra civil de la segunda mitad del siglo XX afecto más …
… Ciudad de Guatemala es tan diferente al occidente, predominantemente indígena. De hecho, no les agrada mucho la gente de Quetzaltenango, la segunda ciudad más importante de Guatemala, pues los definen como defensores radicales de su identidad. Yo estaría más de acuerdo con los quetzaltecas que con los capitalinos. Si por siglos han logrado mantener su identidad cultural, aún a pesar de los graves costos que ello les ha significado, no veo porque deberían sentirse parte de un estado que por siglos les ha marginado y discriminado. Al occidente, la población india se ha estado organizando, y plantean una nueva posibilidad de autogobernarnos y desenvolvernos como sociedad pero tolerando toda la diversidad que existe y además en equilibrio con la naturaleza… mientras, a lidiar con una oligarquía que se remonta a los días de la primera colonia española, de la cual hay, por ejemplo, representantes de la rancia descendencia de Bernal Díaz del Castillo …
… Y así, platicando con la mara (como cariñosamente se autonombran entre los sectores populares; en México así nos referimos a “la banda”) y viendo la situación de Guatemala, más que reflexionar desde la perspectiva de un antropólogo que se ocupa de las asuntos folclóricos, ver lo que sucede aquí me hace cuestionar la manera como vivimos en México. En países que históricamente han tenido más problemas que los nuestros –o que los ha sufrido recientemente como Honduras– no se ven en un estado de sitio como en México, con la triste resignación por una parte importante de la sociedad que sólo se siente segura con una autoridad armada a su lado. Vaya, si en toda Centroamérica nos reprochan a los mexicanos por la hipocresía de ir presumiendo un estado democrático, cuando nuestro gobierno es el más ilegítimo de todos …
… Me gusta esta vida de historiador, por muy aburrida que parezca. Aunque a veces el cansancio, no sólo físico, sino también mental se hace bastante pesado. Pero vieran la emoción al tener en tus manos papeles que fueron escritos hace muchas vidas, y encontrar que los tiempos tan disimiles que han existido, se hacen presentes en esos pedazos de historias que hace mucho que fueron. Y también reconstruir en tu mente fragmentos que poco a poco van conformando un gran relato …