Isnardo
Santos
“Predecir
tendencias sociales,
es
en un sentido, más fácil que predecir acontecimientos”
Eric
Hobsbawm falleció en Londres, Inglaterra, el 1 de octubre de 2012 a la edad de
96 años, historiador Británico de orientación marxista y uno de los últimos pensadores
totalizantes del siglo XX. La extensa obra del reconocido
autor se formó a lo largo de décadas de experiencia docente y de investigación
universitaria. Educado primeramente en Berlín hasta los años de la adolescencia,
en que su condición judía lo obligó a
migrar a Inglaterra, se doctoró en historia en el King's College, Cambridge. Su
formación marxista y su apego al Partido Comunista provienen, sin embargo, de
sus años de adolescencia vividos en Alemania. Hobsbawm fue uno de los últimos
sobrevivientes de la primera generación de historiadores marxistas Británicos, aunque
algunos autores han negado tal condición y reprochan su paulatina
“derechización” (Alan Woods, 2012). Lo cierto es que Hobsbawm jamás dejó de definirse
dentro del marxismo (How to Change the
World)
Sería difícil definir su trabajo en
una línea particular de investigación, pues sus indagaciones van desde trabajos
sobre la Revolución Industrial (Industry
and Empire, 1968), movimientos sociales (Primitive Rebels, 1959); arte (Behind
the times, 1998); música (The Jazz
Scene, 1988); tradiciones (The
invention of tradition, 1992); teoría (On
History, 1997); política (For a
Rational Left: political writing, 1988); ideas (How to Change the World: Tales of Marx and Marxism 1840-2011, 2011);
historia universal (The Age of Extremes,
1994); autobiografía (Interesting Times:
a Twentieth-century Life, 2002); hasta lo que podríamos definir como
“futurismo histórico”(Fractured times,
2013).
Sin embargo puede distinguirse que
el objeto central en la obra de Hobsbawm es el origen y desarrollo del mundo
moderno. Dos eventos marcan para Hobsbawm el punto de partida de nuestra
contemporaneidad: la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. La primera
es el obligado referente del cambio económico y, por ende, de una
transformación en la organización social e internacional (Industry and Empire). La segunda, representó para el infatigable
historiador, el arranque de los nuevos paradigmas políticos que transformarán
la organización de los Estados-nacionales en el mundo occidental (Echoes
of the Marseillaise).
Su zona marxista y su formación como
historiador económico le proporcionaron una herramienta imprescindible: el apropiado
manejo del tiempo. Este timing histórico
lo acompañará en todas sus obras y en la mayoría de sus reflexiones. El tiempo
se presenta en Hobsbawm como un elemento continuo, que inevitablemente
manifiesta fracturas, dobleces (The Age
of Extremes), a través de los cuales el historiador está en posibilidad de
definir nuevos marcos y horizontes para explicar los sujetos sociales y la
naturaleza de los procesos históricos. De hecho sus estudios sobre las sociedades
campesinas y obreras se concentran en momentos de ruptura, de cambio o de
transición. Primitive Rebels,
primero, y Bandits, después, son
claros ejemplos de estudios sobre sociedades humanas ubicados en los umbrales; entre
la desaparición de las sociedades agrarias tradicionales y la implantación de
un moderno sistema capitalista. Por esta razón es tan vistoso y sugerente su modelo
sobre los bandidos sociales, ya que para Hobsbawm el fenómeno del bandidaje no
es privativo de una región en particular, sino que descubre que se reproduce en
diferentes Estados y áreas geográficas de Europa y América, lo que se explica
por la transición que supone la adopción de un nuevo sistema productivo (Capitalista)
frente a la resistencia de los grupos tradicionales.
Su selecto sentido del tiempo se
manifestará en una serie de obras de síntesis histórica, la tetralogía sobre las
“Eras”. The Age of Revolution: Europe 1789-1848, (1962); The Age
of Capital, 1848-1875, (1975); The
Age of Empire 1875-1914, (1987) y The Age of Extremes: the
short twentieth century
1914-1991, (1994). A la que podría sumarse una quita obra,
que aborda el incipiente siglo XXI, Essays
on Globalization, Democracy and Terrorism, (2007). En estos trabajos
Hobsbawm demuestra una maestría insuperable en el uso del tiempo diacrónico y
sincrónico. Las obras cumplen con la ambición de la escuela de los Annales ―a la que era afín Hobsbawm (On History, 1997)― de realizar una
historia “total”, ya que sus trabajos exponen no solo la estructura económica y
política de los diferentes estados nacionales en el mundo, sino que elabora
destellantes análisis sociales y culturales en cada fracción del tiempo. Al estudio
del tiempo largo suma las coyunturas locales, nacionales y
estatales de un apenas dibujado “sistema” mundial.
Su privilegiado uso del tiempo
histórico llevó a nuestro autor a romper la barrera del tiempo fáctico. Como
buen marxista, y con el dominio del cambio histórico, Hobsbawm se aventuró a lo
que él mismo denominó la “prognosis” en la historia. En un artículo titulado
“Con la vista puesta en el mañana: la historia y el futuro”, publicado en 1981,
en la New Left Review, Hobsbawm hizo
una dilatada reflexión sobre el potencial de la predicción en el historiador. El
punto era nodal, si la justificación de la historia era su carácter
tridimensionalidad; pasado, presente y futuro, siendo el pasado y, hasta cierto
punto, el presente objetos de su análisis, ¿qué había del futuro? Para Hobsbawm
la historia estudiaba “realidades”, hechos que no estaban ajenos a nuestro
presente, plantear escenarios a futuro, por ende, representaba solo una posibilidad
para el historiador y una función adicional de la historia.
En su libro póstumo Fractured times podemos leer a un Hobsbawm analizando la “realidad”
cultural (presente) del mundo occidental, pero con la tentativa de mirar más
lejos, hacia dónde vamos. Como si el historiador del siglo pasado quisiera
hurgar con la profundidad de su mirada histórica en los derroteros de las
sociedades en formación.
Obviamente esta invitación a aproximarnos al futuro
no la realizó Hobsbawm de forma irresponsable, ni la efectuó en apego a la desatada
ficción. Nos propuso, en cambio, emplear las herramientas de la historia social
y económica para poder verificar “tendencias”. La herramienta provista para el
historiador, para acceder a este tipo de análisis, es su privilegiada vista
panorámica, del uso de la perspectiva económica y la formulación prospectiva de
posibles escenarios sociales, donde el “accidente” no está exento. ¿De qué le
sirve esto al historiador? Pregunta difícil de responder, pero para Hobsbawm el plantear escenarios tiene
que ver con la condición activa del historiador, de la incidencia que pueda
tener en los acontecimientos, él mismo fue un actor político. El “pronóstico”, como
cualquier jugador de ajedrez lo sabe, ayuda a decidir sobre el siguiente
movimiento en el tablero, por ende sería en este punto en el que la historia
cumple con su cometido original, lo que dotaría de la capacidad de planeación y
prevención a las sociedades. Esta fue seguramente la última jugada predictiva
de uno de los más trascendentales historiadores del siglo pasado.
Gallego, Marisa, Eric
Hobsbawm y la historia crítica del siglo XX, Madrid: Campo de ideas, 2005.
Hobsbawm, Eric, Un
tiempo de rupturas. Sociedad y cultura en el siglo XX, Trad. Cecilia Belza,
México: Paidós/Crítica, 2013.
--------------, Guerra
y paz en el siglo XXI, Trad. Beatriz Equibar [et.al], Barcelona: Crítica,
2007
--------------, Sobre
la historia, Trad. Jordi Beltrán, Barcelona: Crítica, 1998.
--------------, Años
interesantes. Una vida en el siglo XX, Trad. de Juan Rabasseda-Gascó,
Barcelona: Crítica 2003.
--------------, Historia
del siglo XX, 1914-1991, Trad. Juan Faci [et.al.], Barcelona: Crítica,
1995.
Woods, Alan, “Hobsbawm fue un marxista?”, en In defence of marxism,19 de octubre
2012: http://www.marxist.com/was-hobsbawm-a-marxist-1.htm