miércoles, 22 de noviembre de 2017

El cultivo de cáñamo en la Alta California española.



El cultivo de cáñamo en la Alta California española.


Antecedentes históricos.1

Ángel Jara García.
En el presente texto Ángel Jara comienza haciendo un pequeño recuento de la conocida Ilustración y su influencia en el mundo entero para después ubicarla en el Imperio Español en donde se aplican las llamadas Reformas Borbónicas, el lugar específico donde se aplicaron estas fue la Nueva España. Al mismo tiempo, durante la Ilustración tuvieron lugar tres enfrentamientos entre España y Gran Bretaña que se adjudicó territorios dominados por Francia. Bajo estas circunstancias la corona española creó la Alta California que fue una jurisdicción independiente de la Antigua California.
La Alta California tuvo un lento pero constante desarrollo material pues el gobierno se “…interesó por valorar las actividades manuales y nuevas técnicas para aprovechar los recursos disponibles”2 por supuesto que estas acciones estaban motivadas por la generación de ingresos en la sociedad alta-californiana. Así pues, el cultivo del cáñamo fue primordial en el logro de los objetivos materiales y sus principales aplicaciones fueron en la cabuyería y la jarciaría que eran utilizadas en la cordelería naval.
Algunas de las causas de la importancia e incremento del cultivo del cáñamo fueron: la guerra en los mares y el comercio basado en las vías marítimas, para aumentar la producción de ese material se permitió que toda la población, incluidos los naturales, se dedicaran a su siembra y para esto el Virrey emitió un bando autorizando dichas acciones.
Al parecer la producción de cáñamo no redundó en los beneficios económicos esperados pues su producción exigía una gran dedicación y esfuerzo y, por otra parte, la lejanía de las zonas productoras lo hacían poco redituable.

1 Artículo publicado en Diacronías, Año 10, número 17, CDMX, abril 2017. pp. 37-46.
 2 Ángel Jara, op. cit., pp.39
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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Algunas pistas sobre la religiosidad de los extintos pueblos Coxoh

Algunas pistas sobre la religiosidad de los extintos pueblos Coxoh.[1]
Alma Rosa Martínez González.
Alma Rosa Martínez hace, en una primera parte, una descripción del área geográfica en la que se desarrollaron los pueblos maya-coxoh y que se ubicó en la cuenca conocida como la Depresión Central, esta zona fue una ruta de gran tránsito comercial por lo que no se comprende la desaparición de dichos pueblos que para Martínez “…son pocas veces recordados en la historia chiapaneca”.[2]  Asimismo, los asentamientos durante la época colonial los coxoh habitaron en los pueblos fundados por los frailes dominicos que los nombraron Aquespala, Coneta y otros más, con esta acciones los religiosos tomaron en sus manos la evangelización de los naturales.
Las primeras obras que tratan sobre las creencias previas de los coxoh aparecen en los siglos XVII y XVIII, realizadas por Francisco Ximénez en ellas aparece un dios maya llamado Tohil, deidad que también aparece el el Popol Vuh y se le relaciona con el agua, el trueno, el fuego y el “…inframundo, por lo que se asocia igualmente al culto en los temascales”.[3] Tohil exigía, según Ximénez, sacrificios humanos para poder controlar el fuego.
Por otra parte, los pueblos coxoh también realizaban sus ritos bajo grandes ceibas e hicieron sitios sagrados de los ríos, algunos cerros y caminos. En estos lugares se hacían ofrendas y sacrificios de sangre. Otros recintos sacralizados fueron las cuevas, en donde se han encontrado restos de alimentos dedicados a los dioses e incluso de autosacrificios humanos.
A la llegada de los españoles los coxoh fueron desplazados y se les asignaron nuevos patronos, sin embargo, para fray Tomás de la Torre “…los religiosos estaban más apurados por sus posesiones en el valle que de evangelizar a los indios”.[4] Bajo esta y otras circunstancias las poblaciones creadas para los pueblos coxoh por los dominicos desaparecieron y con ellos parte de sus prácticas religiosas.



[1] Artículo publicado en Diacronías, Año 10, número 17, CDMX, abril 2017. pp. 25-36.
[2]Alma Rosa Martínez, Op. cit., pp. 25.
[3] Ib., pp. 26.
[4] Ib. pp. 29.