RESEÑA.
Mujer y vendedora de pulque en la Ciudad de México durante los siglos XVII y XVIII
Una semblanza.
Luis Fernando Tolentino Parrilla. 1
En este artículo el autor hace un análisis de la forma en que el pulque constituyó una forma de sustento de algunas mujeres durante los siglos XVII y XVIII, partiendo como era definido el maguey por un sacerdote llamado Joseph de Acosta quien decía de la cactácea: “El árbol de las maravillas es el maguey […] que da agua y vino, aceite y vinagre, y miel […] y otras cien cosas”.2 Así pues el maguey era utilizado en su totalidad desde la elaboración de cuerdas hasta como material de construcción y, sin dejar de lado, la extracción del aguamiel que después de un proceso de fermentación se transforma en el pulque.
El pulque fue considerado como una bebida sagrada y su consumo estaba limitado a determinadas festividades religiosas y relacionadas con los diferentes ciclos agrícolas, también lo ingerían hombres y mujeres de edad avanzada y guerreros que regresaban de la guerra o iban a combate. Pese al consumo excesivo de esta bebida durante dichas actividades la embriaguez no era una actividad común y quien lo hacía de manera constante era castigado severamente pues esto era signo de “debilidad y pérdida del juicio”.
Ya durante la colonia el beber pulque fue desacralizado y su consumo, en algunos casos, se convirtió en excesivo aunque siguió siendo un elemento unificador pues se continuó utilizando en diferentes festejos como cosechas, matrimonios, nacimientos, etc. Así pues, la bebida al perder parte de su valor religioso y social se convirtió en objeto de comercio del que se encargarían los indígenas desde el siglo XVII. Las primeras regulaciones de la venta del pulque fueron emitidas en 1608 por el virrey Luis de Velasco en ellas se estipulaba que la venta de este producto debía estar a cargo de los indios; por cada cien comerciantes varones debería haber una anciana pobre que se dedicará al comercio de la bebida; se prohibió la venta y consumo durante los domingos la Cuaresma; el pago de la bebida debía ser en efectivo y no con prendas.
Con estas primeras medidas quedó claro que el comercio del pulque formó parte de una nueva base económica de los indígenas, posteriormente, se emitieron ordenanzas que limitaban la distancia de los productores y los sitios de consumo bajo el argumento de la pronta descomposición de la bebida también se aumentó a dos mujeres viejas o viudas la comercialización del producto. Las mujeres, en algunos casos, también se encargaban del transporte del producto hacía los lugares en que se permitía el comercio del pulque. Por otra parte, al ser un producto de consumo indígena el pulque se hallaba exento del pago de impuestos por lo que los encargados de vigilar su comercio establecieron un cobro por cada carga de la bebida que entraba a la ciudad y por supuesto que esta cantidad no era entregada a la Real Hacienda, sino que se quedaba en los bolsillos de los llamados alcaldes mayores.
Al paso del tiempo, se descubrió el cobro que ilegal que hacían los alcaldes y se hace oficial el cobro de un real por carga de pulque comercializado en la ciudad para que este ingreso fuera dirigido a la Real Audiencia. Posteriormente, el pulque fue manejado por los llamados asentistas quienes se comprometían a pagar una cuota anual por la producción, transporte y comercialización del pulque y aparece el llamado estanco del pulque. Pero los asentistas fueron objeto de desconfianza y el virrey Marqués de Mancera regula el asiento bajo las siguientes disposiciones: doce reales por carga ingresada, expedición libre del pulque sin necesidad de licencia para su venta, la venta de pulque adulterado era causa de graves castigos, renta anual de 45 mil pesos que se incrementaría de acuerdo a los beneficios logrados por el estanco ubicado en México, Puebla y Oaxaca, la bebida solo podía acceder a la ciudad por la garita de Guadalupe.
Pese a estas regulaciones el asentista se hace merecedor de los derechos de cobro por la entrada de la bebida y, además, se hace cargo de la compra, traslado y venta del pulque, asimismo, se encargó de fijar los precios de compra del producto a las mujeres, nombraba a los encargados de las pulquerías y decidía quien establecía una, también podía solicitar a la justicia que arrestara o cerrara un negocio que no contará con su aprobación personal y, en varios casos, se valieron de su nombramiento para desarrollar sus plantaciones productoras de pulque y la comercialización de su producto.
Ya en el siglo XVIII, los espacios dedicados a la pulquerías fueron reglamentados ya que eran vistos como centros de vicio en los que el crimen y la delincuencia habían sentado sus reales, es decir, se había perdido todo el recato y buenas costumbres en ellas. Bajo estos argumentos se estableció que la dimensión de una pulquería no debía exceder determinada área y estar comunicada al exterior de la calle, no debían tener lugares para sentarse para obligar al pronto tránsito de los consumidores.
No hay que dejar de lado que bajo todas las regulaciones que se habían hecho a la producción, traslado y comercialización del pulque las mujeres encargadas de ello habían sufrido un serio golpe a su economía y solo algunas mantenían su negocio a flote y otras decidieron vendes o ser arrendataria de alguna pulquería, unas más optaron por mezclar la venta de la bebida con comida en las plazas públicas, pero el gobierno virreinal estipuló que la venta de comida en las inmediaciones de las pulquerías sería castigada con severidad. Por otra parte, la venta y el consumo de pulque fueron limitados a cierta cantidad por expendedora o persona. Bajo estas circunstancias algunas mujeres se dedicaron a la venta de almuerzos en los que se incluía el consumo del pulque con el temor de ser sancionadas por infringir el reglamento que limitaba su comercio pulquero.
A manera de conclusión Luis Fernando Tolentino dice:
A pesar de las normas y ordenanzas que prohibían su venta o restricciones, las mujeres, esencialmente, encontraron formas para seguir vendiendo dicho producto. Ya sea de manera clandestina -vendiendo pulque en accesorias-o con las formas que fijaron asentistas, hacendados y la Corona: siendo empleadas, arrendatarias junto con sus esposos o tramitando licencias, el el pulque fue su principal aporte económico para sus familias.3
1 Diacronías, Palabra de Clío A.C., CDMX, año 12, número 20, enero 2019, pp. 37-55.
2 Joseph Acosta, de, Historia Natural y moral de las Indias, México, 1962, pp. 182.
3 Luis Fernando Tolentino, “Mujer y vendedora de pulque en la Ciudad de México durante los siglos XVII y XVIII. Una semblanza”, en Diacronías, Palabra de Clío A.C., CDMX, año 12, número 20, enero 2019, pp. 51.