viernes, 4 de septiembre de 2009

BREVES CONSIDERACIONES BÁSICAS SOBRE LA HISTORIA.



              “Tenemos necesidad de la historia para vivir y obrar, y no para desviarnos cómodamente de la acción, o acaso para adornar una vida egoísta y una conducta cobarde y perversa. Queremos servir a la historia solamente en cuanto ella sirve a la vida”.

              Friedrich Nietzsche: De la utilidad y los inconvenientes de los estudios históricos para la vida.

Cuando recuerdo mis clases de historia de educación básica, no puedo dejar de evocar la imagen de un venerable anciano tocando la campana de su pueblo al grito de ¡Muerte a los gachupines!¡Viva la Independencia!¡Viva México!, o la de un niño militar lanzándose al abismo con una bandera mexicana enrollada en su cuerpo; y aquella del águila devorando a la serpiente posada sobre un nopal y claro, no puede faltar la del indio pastor que terminó por convertirse en el «mejor» presidente que haya tenido el pueblo mexicano. Claro, jovencísimo como era yo, no podía de dejar de sentirme orgulloso por mi país, agradeciendo a mis profesores por las enseñanzas que me brindaba.

Ahora que me he convertido en un estudioso de la historia, me veo obligado a reflexionar sobre los motivos por los cuales un niño se ve forzado a aprender todos esos relatos de bronce y cómo se ha construido ese discurso.

Precisamente queriendo dialogar con mis colegas historiadores y alumnos sobre el arte de Clío, quisiera comenzar con una pregunta bastante popular, pero que por ello mismo no podemos evitarla: ¿qué es la historia?

El primer problema al que se enfrentará el individuo que decida internarse en los estudios de la historia es, precisamente, definir el carácter de ésta. Sin duda, comenzará percatándose de que la palabra historia en sí misma presenta complicaciones, pues con ella podemos referirnos tanto a los hechos del pasado, como a una narración o a la disciplina encargada de estudiarlos. Es decir, la ambigüedad del término historia nos permite entenderla como a) la realidad histórica, b) la indagación o averiguación de los hechos históricos y c) la narración de esos hechos.

La historia entendida como realidad histórica se refiere al conjunto de hechos pasados, presentes y futuros, o dicho de otra manera, es la «realidad» en su transcurrir temporal.

La Grecia del siglo V a.C. dio a luz a uno de sus más prominentes hijos: Heródoto. Aquel heleno inauguró para occidente un saber basado en una investigación. Ese saber se convirtió en el fundamento de la disciplina que hoy conocemos como historia y cuya finalidad es realizar investigaciones en la realidad histórica. Al historiador le interesa principalmente conocer los hechos ocurridos en el pasado del hombre, por lo cual enfatiza en el estudio de ese pasado.

Llegados a este punto, podemos afirmar que la plurivalencia de la palabra “historia” es una virtud, pues sirve como indicador de la estrecha relación que existe entre sus tres significados, ya que sólo es posible conocer la realidad histórica por medio de una investigación y esta investigación solo puede ser expresada a través de un discurso escrito al que se ha denominado historiografía. Partiendo en sentido opuesto, podemos decir que la narración depende de la investigación y ésta no sería posible sino basándose en la realidad histórica.

Aquí resulta importante señalar que el conocimiento del pasado sólo puede darse a través del presente del historiador. Los medios de los que se sirve para efectuar tal tarea, sus fuentes, sólo contienen visiones fragmentarias del pasado que aportan datos a la investigación. Por esto, es que consideramos que la relación entre el historiador y las fuentes es “un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado”1.

Ante la imposibilidad de establecer un contacto directo con los hechos del pasado, el historiador debe servirse de los vestigios que quedan de aquel. Estos vestigios son sus fuentes. Ellas sirven como una ventana al pasado, por medio de la cual, el historiador puede echar un vistazo al paisaje del ayer. Sin embargo, aquella ventana no es lo suficientemente grande para permitirnos observar el horizonte en su totalidad, pues entre el sujeto y el paisaje se levantan los muros del olvido que se convierten en el principal obstáculo para la vista. Además, el cristal de la ventana transforma los colores de la realidad dándoles matices que engañan los ojos del historiador; ese mismo vidrio le impide conocer la intensidad con que sopla el viento, saber si afuera hace frío o llueve. No obstante, el estudioso de la historia de ninguna manera exclamará “¡no puedo estar en el campo, y por tanto, no puedo conocerlo!”.

Es así que podemos afirmar que las fuentes nos ofrecen una visión fragmentaría del pasado, nunca al pasado en sí.

En nuestros días los recursos que los estudiantes, por ejemplo de bachillerato, pueden utilizar como fuentes son bastante amplios. Entre ellos podemos mencionar los libros, periódicos, revistas y también el internet. El estudiante no debe olvidar que cada uno de estos recursos tiene grandes virtudes, pero también puede carecer de cualquier fundamento. Por ello, uno nunca debe dejar de hacer a sus fuentes una serie de preguntas básicas que le ayudarán a contextualizarla y así ver de qué manera la podemos aprovechar; a saber, estas son las preguntas que debemos formular:

  1. ¿Quién la generó?
  2. ¿Con qué propósito lo hizo?
  3. ¿Cuándo se generó?
  4. ¿Dónde se generó?

Además, no se debe olvidar una división básica de las fuentes, la cual se hace de acuerdo con los individuos que las producen y el momento en que se generan. Así podemos considerarlas como fuentes primarias y fuentes secundarias.

De manera muy simple, diremos que una fuente primaria es la que generan los propios protagonistas del suceso que se está investigando. Una fuente secundaria es la que se genera después de que han sucedido los procesos históricos con la intención de interpretarlos y analizarlos.

Concluiremos estas breves líneas con una invitación para que los lectores aumenten, corrijan, cuestionen, y expresen sus dudas sobre el contenido de las mismas, esperando que así se dé un diálogo provechoso para todos aquellos que escuchamos las palabras de Clío.

Algunas recomendaciones bibliográficas.

Carr H. Edward: ¿Qué es la historia? Ed. definitiva. Traducción del inglés por Joaquín Romero Maura. México, Ariel, 1990.

Collinwood, R.G: Idea de la historia. 2 ed. Traducción del inglés por Edmundo O’Gorman y Jorge Hernández Campos. México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

Gaos, José: “Notas sobre la historiografía”, en Historia Mexicana, vol. IX, abril-junio 1960, núm. 4. p. 481-508.

Iglesia, Ramón: El hombre Colón y otros ensayos. México, Fondo de Cultura Económica, 1986.

Matute, Álvaro: La teoría de la historia en México (1940-1973). México, Secretaría de Educación Pública, 1974 (Sep setentas, 126).

Xirau, Ramón: Introducción a la historia de la filosofía. 13 ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2001.

Arcángello Rafael Flores Hernández.

Historiador por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

Estudiante de maestría en el Posgrado de Estudios Mesoamericanos

Profesor de historia y orgulloso miembro de Palabra de Clío A.C.

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