LOS NARRADORES DE
AUSCHWITZ
Rafael
Luna[1]
¿Cómo narrar lo
indescriptible? ¿Cómo hablar de lo inenarrable?, problema no sólo ético ni
estético que confrontaron los sobrevivientes de los campos de concentración
alemanes al terminar la Segunda Guerra Mundial. La maldición de los SS era
contundente: “ninguno de vosotros quedará para contarlo, pero incluso si alguno
de vosotros lograra escapar, el mundo no lo creería (...) la gente dirá que los
hechos que contáis son demasiado monstruosos para ser creídos (...) La historia
del Lager seremos nosotros quienes la escribamos”.
Así, mientras Víctor
Frankl desarrollaba estrategias para darle sentido al sufrimiento —y que luego
formaron parte de lo que llamó “logoterapia”—; otros se exigieron en principio
vivir, vivir para contar lo sucedido. Ello dio lugar a una colección de
testimonios, crónicas y novelas que Esther Cohen propone llamar “literatura
concentracionaria nazi”, género nuevo, corriente atípica de textos
sobrevivientes que luchan contra enemigos peores aun que los nazis: el silencio
y el olvido. Producto de esta lucha son Si esto es un hombre y Los hundidos y
los salvados, de Primo Levi; Lo que queda de Auschwitz, de Giorgio Agamben;
Levantar la mano sobre uno mismo; de Jean Améry; LTI. La lengua del Tercer
Reich, de Víctor Klemperer, La peste, de Albert Camus; y todas las novelas de
Imre Kértesz.
En este libro, Esther
Cohen hace una somera revisión de los autores y textos principales de una
literatura testimonial, con Primo Levi en primerísimo lugar, que entre otras
cosas denuncia algo que frecuentemente soslayamos: la barbarie nazi fue un
producto muy acabado de la Occidente, de ninguna manera una excepción; la
civilización occidental lo engendró, lo incubó y luego ya no lo pudo controlar;
de ahí la culpa ante el silencio cómplice que la “civilización” guardó ante lo
que sucedía en los campos de concentración.
Pero Esther Cohen es
filóloga, y por ello sensible a un problema fundamental en la literatura
testimonial: ¿cómo convertir en palabras una experiencia? Si Levi-Strauss ya
nos había enseñado que la historia es una forma de ficción y que no podemos
aspirar a la objetividad pura y absoluta, ¿cómo asumieron autores como Imre
Kértesz, Victor Klemperer o Jean Améry esa dosis de subjetividad que necesariamente
implica la organización de un texto escrito? Así, la autora aborda los
diferentes problemas éticos y estéticos, pero también semiológicos y literarios
presentes en la lectura de estos testimonios, problema estético que no es
exclusivo de la literatura de Auschwitz.
Mención aparte merece
el análisis de un cuento de Kafka “En la colonia penitenciaria”, texto escrito
unos 25 años antes de los campos de concentración, pero en el que Kafka
prefigura la barbarie nazi, porque los elementos que le dieron origen ya
estaban presentes en la Europa de la primera postguerra, y si nos apuramos un
poco, desde un siglo antes; la intolerancia, el racismo, esa tendencia
totalitaria que discrimina lo diferente, lo “inferior”; y que además es capaz
de matar por método, sin odio.
Y sin embargo, lo más
valioso de este libro no es el recuento del pasado, sino la memoria del
porvenir. Si algo demuestra Esther Cohen —en particular con el texto de Kafka—
es que Auschwitz es producto de nuestro sistema capitalista, que tiene en la
globalización su fase de desarrollo más acabada; y las condiciones que
generaron los campos de concentración siguen presentes en la sociedad de
nuestros tiempos: la guerra de limpieza étnica que Serbia inició a la
disolución de Yugoslavia durante los años noventa, la persecución contra todo
lo que suene a árabe después del 11 de septiembre del 2001; las fotos de las
torturas a los soldados iraquíes en la prisión norteamericana de Guantánamo o
la polarización a la que se sometió la sociedad mexicana durante el proceso
electoral del 2006 son pequeñas evidencias que demuestran que el sustrato de
donde salieron los nazis no murió en los juicios de Núremberg y que, después de
la caída del muro de Berlín, se ha fortalecido. La globalización lleva consigo
una nueva discriminación; al igual que en el cuento de Kafka, las señales están
ahí para quien quiera verlas. Rafael Luna
Cohen, Esther. Los narradores de Auschwitz México,
Finneo, 2006.
[1]
Reseña publicada por Palabra de Clío. Revista de divulgación
histórica, Año 1. Número 1 Primavera 2007, México, D.F., pp. 130- 132.
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